Lo vivido, lo pasado, se ha convertido, en los últimos tiempos, en receptáculos de elementos oscuros, que hay que borrar y olvidar. Algunas canciones lo repiten: «Ya lo pasado pasado, no me interesa». Este es un tema de verdad que tiene cinco patas, porque hay un pasado que mejor ni ver ni recordar, pero hay otro, lleno de vivencias, de logros, de gente amada que ya no está, que en lo particular, me encanta evocar. El pasado existe para que podamos borrar y corregir el futuro, viviendo un presente fresco, novedoso, interesante y sorpresivo. Este presente se convertirá pasado y aunque hay una página en blanco que llenar y muchas cosas maravillosas, pueden quedar escritas ahí, también existe la posibilidad de que algo no suceda como esperamos, es presente, es negativo, quedará en el pasado y mejor no acordarse sino de la enseñanza para no repetir. No todo lo pasado fue malo, tampoco todo lo pasado fue mejor. Entiendo todo este meollo. Sé lo que es coincidir con personas que remiendan un artículo, hasta que se deshace solo, y aún así, comprando uno nuevo, les cuesta botar el viejo, es desgastante. También conozco personas que todo lo tiran, que no soportan tener un objeto al que no le ven utilidad real: los recuerdos de algún evento, un obsequio o souvenir, pasan directamente al basurero, despreciando el sentimiento que pueda representar para alguien ese presente. Creo que puede haber algún tipo de fanatismo en estás nuevas creencias que se vuelven exageradas e ilógicas. Realmente, es un tema delicado y con muchas miradas. La gente muy joven, nacida en un contexto desechable, puede deshacerse con más facilidad de: ideas, objetos, lugares, raíces, inclusive pueden no encariñarse con nada y en un «no soy de aquí ni soy de allá», moverse de territorio sin mostrar apego de ningún tipo. Quizá hablo desde un yo que mantiene la querencia por esos recuerdos amenos, remembranzas de momentos familiares, de niñez, de risas y rochela. Recién comentaba con un nieto, quien tiene once años, que le hacía gracia el tono actual de llamada de mi teléfono, y hasta no hace mucho, el de los mensajes era su voz