Cuando te quedas en silencio bajo un cielo cuajado de estrellas, de esos que se abren como un lienzo infinito tejido con luz de tiempos remotos, algo dentro de uno, sí o sí, se mueve. No es solo susto o curiosidad simple; es como una llamada que viene de súper lejos, ancestral, que te vibra en los rincones más escondidos del alma. Te pones a pensar, ¿qué pintamos nosotros frente a semejante inmensidad? ¿Qué significa realmente estar vivos en un universo que no para de latir, expandirse y cambiar? Y es que estas preguntas no son solo para filósofos o científicos; ¡son para ti y para mí! Te dan justo en el centro, te invitan a verte desde fuera, desde bien arriba, con una perspectiva que deja chiquitas tus rutinas, tus problemas de cada día, lo que sea que te traigas entre manos. La Cosmoconciencia, o simplemente sentirte parte del Cosmos, no es solo una idea rara en la cabeza: es una sacudida por dentro, un despertar que te puede dar la vuelta por completo a cómo entiendes la vida, tu lugar aquí y cómo cuidas de todo lo que existe.