Deja de lamentarte, es hora de actuar.

2025-05-15T17:04:33

Bueno, es hora de hablar del amor propio. No es ni de lejos un simple capricho ni pura vanidad. Piénsenlo bien, es una necesidad superprofunda, casi instintiva, ¿sabes? Esa que nos permite mantener el equilibrio entre lo que somos de verdad y el mundo que pisamos. No va de mirarse al espejo y sentirse superior, ni un poquito. Va de verte, de reconocerte en cada gesto, en cada elección que haces, en cada silencio. Es como esa brújula interna que nos guía cuando todo parece que se desmorona a nuestro alrededor. Y aunque suene extraño, muchas veces, fíjate, aprendemos a querernos justo cuando alguien más nos enseñó a no hacerlo.
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No hay manera de tener autoestima sin esa maleta de recuerdos, esa memoria emocional que nos acompaña. Muchísima gente, sin percatarse de ello, carga con heridas que no se ven, heridas invisibles que pesan tanto que no les dejan levantarse. Y no es por falta de fuerza, créeme, es por pura falta de esperanza. Son aquellos a los que la traición les vino de quienes decían amarlos, a los que la manipulación los envolvió por parte de quienes usaron la cercanía como un arma. Y lo más triste es que algunos, nunca jamás, logran recuperarse del todo. ¿Por qué? Porque terminan creyendo, de verdad, que eso es lo que merecen: desprecio que se hizo pasar por cariño, abandono que se vistió de libertad. Como dice ese refrán tan cierto, “A quien mucho recibe, poco aprecia”, pero creo que el otro lado de la moneda es igual de duro: “A quien poco se le da, termina creyendo que poco vale”.
Pero ojo, no todo es así de desolador. Afortunadamente, también hay historias, muchísimas, de personas que lograron romper ese ciclo. Gente que un día, hartos, decidieron dejar atrás esas voces que les taladraban la cabeza repitiéndoles que no podían, que no debían, que no eran suficientes. Comprendieron algo clave: el amor propio no se construye en dos días, pero la buena noticia es que tampoco se pierde del todo, así como así. Es como el fuego, ¿entiendes? Si queda, aunque sea una chispa, por mínima que parezca, la llama puede volver a encenderse. Y entonces, muchos empezaron a caminar. Despacio, sí, paso a paso, sin correr, pero con un rumbo clarísimo. Quizás no todos lleguen exactamente al mismo lugar, pero lo que sí es seguro es que, al final del camino, todos encuentran algo valiosísimo: paz, dignidad, y esa quietud interior que tanto se necesita.
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Mira que hay gente que confunde el amor propio con aislarse, ¿eh? Creen que protegerse es como levantar un muro y cerrarse al mundo. Pero eso no es así, para nada. El amor propio también te empuja a abrirte, a arriesgar, a permitirte ser vulnerable. Porque, la verdad, solo desde esa autenticidad real, puedes construir relaciones de las buenas, de esas sanas, donde el respeto por el otro y por uno mismo no sea la excepción, sino la regla. Las relaciones que te envenenan, esas que vienen de afuera y también las que a veces uno mismo se monta por dentro, son como espejos que te deforman, que te mienten sobre quién eres. Te llenan de dudas, te hacen creer que el dolor es parte inevitable del camino, cuando en realidad es solo un obstáculo que, si te haces caso, puedes perfectamente evitar.
Hay un dicho que dice “quien bien te quiere, te hará llorar”, pero ¡ojo!, no siempre es verdad, ¿eh? A veces, la persona que te ama de verdad no te hace sufrir, al contrario, te ayuda a ver eso que a ti te cuesta tanto mirar. Y si alguien usa la palabra “amor” como una simple excusa para hacerte daño, entonces no nos engañemos: no te está amando, te está usando. Esa línea, tan fina, tan delicada, entre el apego (el sano, digo) y la dependencia, entre el amor de verdad y la posesión enfermiza…, esa es la que tanta gente cruza sin apenas notarlo, hasta que, de repente, se encuentran tan lejos que dar marcha atrás parece imposible.
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Y con el paso de los años, uno se da cuenta, de verdad, de que el amor propio no se compra en ninguna parte ni nadie te lo puede imponer. Nace, despacito, de esas pequeñas cosas que haces cada día: de levantarte cuando el cuerpo te pide quedarte en la cama, de perdonarte a ti mismo, aunque te cueste un mundo, de elegirte a ti, aunque la tentación de rendirte sea gigante. Sí, claro que somos, en parte, el resultado de lo que vivimos y de los errores que cometimos, pero, sobre todo; sobre todo, somos el resultado de esas decisiones conscientes, de esos momentos exactos en los que paramos, nos miramos de frente y decimos, con toda la honestidad del mundo: “esto ya no me sirve, esto no es para mí”. La vida, ¿sabes?, nos va moldeando constantemente. Y no tanto por las cosas que hacemos sin pensar, sino por cómo las hacemos, con qué intención de fondo, y sobre todo, con qué nivel de respeto hacia nosotros mismos.
Total, si lo piensas, el amor propio no es algo que se quede solo en palabras bonitas. ¡Para nada! Se vive, se siente en la piel. Se nota en cómo te relacionas con los demás, sí, pero también —y mucho— en cómo permites que los demás te traten a ti, y en cómo cuidas eso que nadie ve, eso que llevas por dentro. No es un punto de llegada al que accedes y te quedas quieto. Es, más bien, un ejercicio de todos los días, una práctica constante, una disciplina que te nace del alma. Y quizá; solo quizás, lo más importante de todo, lo que de verdad aprendemos con el tiempo, es que la clave no está en amarnos perfectamente, sin un solo fallo, sino en aprender a convivir con nuestras imperfecciones, con nuestros errores, sin permitir que sean ellos los que pongan el punto final a nuestra historia, los que nos definan del todo.
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Detengámonos un momento, a pensar: ¿Cuántas veces, sin darnos cuenta, nos hemos castigado a nosotros mismos por errores que, en realidad, cometieron otros? ¿Cuántas veces nos hemos quedado callados, tragándonos lo que sentíamos, justo cuando más necesitábamos alzar la voz? ¿Y cuántas veces nos hemos conformado con migajas, con sobras, cuando lo que de verdad nos merecíamos era un banquete completo?
Entonces, la pregunta es: ¿qué estás dispuesto o dispuesta a empezar a cambiar hoy mismo; ahora, para quererte un poquito más mañana, y al otro, y al otro…?



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👉El Amor Propio: Un Viaje hacia la Autenticidad

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Dedicado a todos aquellos que, día a día, hacen del mundo un lugar mejor.



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