Un día como hoy, pero hace un año, me reunía en la casa Ramos Sucre, en Cumaná y conversaba con los otros miembros del grupo literario Cielo de Esmalte. Como en cada sesión del taller permanente, debatíamos sobre procesos creativos, bloqueos, inspiración, rituales, criaturas, inventarios, formas tradicionales, nuevas formas y el espacio que está en medio, ese entre lugar que aún no posee nombre. Leíamos nuestros ejercicios literarios (principalmente poéticos), los desarmabamos, los mirabamos con lupa y microscopio; desentrañabamos su ADN, su identidad genética y mágica para saber como pulir aquella piedra, hasta hacerla preciosa. Después de la poda, el corte y la costura, podíamos volver a ver nuestra obra con una mirada nueva.