A veces, la propia vida nos dice: "¡Oye, reacciona!" Nos adelantamos o apresuramos tanto por alcanzar algo, que no medimos el sacrificio que estamos haciendo y, obviamente, en algún momento todo colapsa. Pero nunca todo está perdido, e incluso en los momentos más difíciles es que podemos hallar nuestra razón e identidad, cambiar de dirección, darnos un poco más de cariño... ¿Por qué apresurarnos tanto? Hay que llevar un equilibrio en casi todas las actividades que hacemos, y no olvidar nunca la bendición de vivir con inteligencia, con amor y sobre todo con armonía, aunque existan barreras o duros tropiezos.