Son las seis de la tarde, me encuentro en una tienda y me dispongo a adquirir algunos productos de primera necesidad; no me gustan las tiendas y menos las necesidades cuando no puedo comprar a mi gusto, pero debo salir de este apuro, rápido, porque en casa me espera el plato fuerte: La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa; el bueno de Mario, a quien estoy rindiendo homenaje leyendo su obra.