Es inusual que una mañana de primavera esté tan fría. De hecho podría decirse que era más bien la sensación térmica, pues el termómetro marcaba veinte grados. Claro, no era como para usar un suéter pero aún así se sentía algo de frío. Tampoco era usual que en estas circunstancias yo me encontrara algo nervioso, era más bien como una pequeña ansiedad, como cuando uno tiene ganas de comer algo sin en realidad tener hambre. Fue entonces cuando percibí su aroma, entre madera de cedro y café recién molido, fuerte como para hacerme voltear inmediatamente. Sus ojos color café claro se vieron amarillos con el resplandor del sol, me miró sin decir nada y se acercó a mí como si me conociera de hace mucho tiempo.
-Buenos días, nos vamos-
-Disculpe, la conozco-
-Qué bromista eres papá- Me dijo mientras me tomaba de la mano...
Qué hermosa niña, pensé. Sus cabellos rizados caían en sus hombros gentilmente y su cara triangular me recordaba mi esposa.
-Buenos días criatura, esperas a alguien?-
-Papá, deja de estar jugando-
Qué extraño juraría que la conocía..
-Isabela, Qué estamos esperando?-
-A qué no sirven el café por supuesto-
El café está algo caliente voy a esperar un poco a que se enfríe.
Me acerqué un poco a la ventana para ver el edificio de enfrente, luego volví a mi mesa, pero Isabella ya no estaba, tal vez nunca estuvo ahí.
Escribí su nombre en una servilleta y puse mi taza de café sobre ella para que el aire del abanico no se la llevara.
Este café está verdaderamente fuerte, puedo sentir como me despierta. Lástima que su efecto dure tan poco.
-Que es esto-
"Isabela" es mi letra.
Quien será?...