A MartíPatria tiene olor a madre muerta.
Arde su pecho ocre, sin raíces,
se mueve, grita, dice nunca,
corta con la palabra
mi lengua y sus verdades.
Vende de luz el cerco inverosímil
del día futuro, el deseo de la piedra
que ahora en yugo al buey no ciñe,
ni de su copa destrozada bebe.
Humana, que en vida a vivir no tuvo miedo,
escucho tu paso apagándose en la sombra.
Madre, a tus pies los hijos se suicidan
sin paja ni gozo en el servicio,
sin pasto ni lumbre de la estrella
que en tu frente consume mis ardores.
¡No de rodillas, Patria, no en el yugo!
¡No en la triste abulia de la muerte!
¡Mírame, madre! Aún tengo en mis manos
el sagrado sol con que nos queman.