Hoy vengo a contarles de una cita que tuve, algo fuera de lo cotidiano pero que me encantó y creo que merece la pena que les comparta mi experiencia. El caso es que mi novio sabe que soy muy amante de la naturaleza así que decidió llevarme a un lugar cercano donde solía pasar mucho tiempo en su niñez, una presa. A mí en lo personal me encanta alejarme de la ciudad cada vez que tengo la oportunidad, estar rodeada de vegetación, sin más ruido que el canto de las aves o el viento entre las hojas me relaja de una manera increíble, siento que las preocupaciones y el estrés se van y me purifica, por lo que ese era el lugar más bello al que me podría haber llevado. Pusimos una manta en la hierba y nos recostamos, conversando y viendo las nubes, pusimos música, las libélulas revoloteaban a nuestro alrededor, ese momento fue mágico para mí, aunque parezca poco, ese pedacito de tiempo me hizo inmensamente feliz, después de salir de ese lugar me sentía tan completa y positiva. Desearía volver a ir.