Este año coincidió la celebración de mi aniversario sacerdotal (9 de marzo) con el primer domingo de Cuaresma, por lo que quise unir mi reflexión sobre la vocación particular que he recibido con las lecturas de este día, ya que encontré puntos de interés para poder compartir.
Por ello, partiendo de la profesión de fe que invitaban a realizar la primera y la segunda lectura respectivamente (Deuteronomio 26,4-10; Rm 10,8-13), indicaba que esta es la clave de comprensión del mensaje de este día, ya que no se trata de una profesión meramente doctrinal (como la que realizamos en el credo los domingos) sino histórica y existencial, esto es, basada en nuestra experiencia de vida. Y es aquí donde yo reflexionaba sobre cuál es mi profesión de fe sacerdotal, a 12 años de haber comenzado, como lo han referido distintos Sumos Pontífices, "una aventura maravillosa". Me gusta esta expresión porque me transmite el dinamismo de mi vocación sacerdotal, al mismo tiempo que toca la esencia del mismo.
En efecto, la vocación al sacerdocio no es algo inerte, sino que al tratarse de un llamado personal, se debe actualizar de forma constante, puesto que se trata de una aventura que no hago de manera solitaria, sino que primeramente <<Quien me ha llamado es el mismo que me acompaña y sostiene>>, por ello, en este aniversario siento de corazón las siguientes palabras del Apóstol San Pablo: "Por la Gracia de Dios, soy lo que soy" (1Co 15,10) De tal manera que no son mis méritos lo que el Señor ha mirado, sino su misericordia, a través de ella Él ha actuado y sigue actuando en mi vida. Es por ello que siempre va a ser un medio principal para descubrir la propia vocación, nuestra oración personal, esto es, con humildad dirigirnos a la Persona de la que parte el llamado y decirle desde nuestro corazón: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1Sam 3,9).
Tanto la consideración de la profesión de nuestra fe como el hecho de que la vocación sacerdotal no es una aventura que realizamos de manera solitaria, me llevó a reflexionar también sobre la dimensión comunitaria de mi sacerdocio en estos 12 años, ya que de poco sirve un don espiritual si no lo comunicamos y compartimos con los demás, es por ello que para mí es un gozo renovar mi compromiso de servicio al pueblo de Dios, el cual necesita de los sacramentos para su fortaleza, la predicación de la Palabra para su sostenimiento en las diversas circunstancias de vida y de una animación que les marque el camino por donde transitar según el proyecto de Dios.
<<Así como la fe se vive en comunidad, el llamado al sacerdocio también>>, es por ello que agradezco a Dios porque personas que son muy importantes para mi vida, como mi mamá y mi hermana
@enmagabriela, me han acompañado en este camino. Ellas saben de mis alegrías y penas, éxitos y fracasos, sueños y proyectos, y no solo esto, sino que son también compañeras esenciales en este llamado que el Señor me ha hecho, de tal manera que conmigo también ríen y lloran, celebran y animan a seguir adelante. Desde aquí, una vez más gracias por su cercanía y presencia, que realmente es una motivación para mi sacerdocio.
De la misma manera, agradezco a la parroquia Santa Faustina, donde actualmente presto mi servicio sacerdotal, ya que si bien le he dado lo mejor de mí y la llevo por la enseñanza y formación en nuestra fe, esta comunidad también me ha enseñado bastante y gracias a ella soy el sacerdote de hoy, con sus debilidades (como toda persona humana) pero que se siente motivado a con alegría, disposición y amor seguir sirviendo a Cristo en cada uno de sus miembros, pues el Señor ha dicho: "Cuanto hicieran a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí me lo han hecho" (Mt 25,40). Ustedes son también un maravilloso regalo para mi ministerio, una bendición para mi sacerdocio, por ello, a Dios le dio gracias por ponerlos en mi camino, como fundador de la parroquia y su primer párroco les digo: <<Sigan valorando el don del sacerdocio, ya que esta vocación no es solo algo personal, sino que se pone al servicio del pueblo de Dios: para su santificación, formación y dirección>>.
Mi reflexión para este día no la pude terminar sin hacer referencia al evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto (Lucas 4, 1-13), ya que nos hacen comprender la humanidad de Cristo, "... el cual ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado" (Hb 4,15) y ser tentados no es pecado, es parte de la naturaleza humana, la cual siempre va a tener la opción libre del bien y el mal, precisamente aquí está su grandeza, pues, como Cristo nos enseñó con su ejemplo tenemos la capacidad de hacer el bien, de vencer el mal y así poder realizarnos en nuestra humanidad.
Aterrizando esto a la celebración de mi aniversario sacerdotal, reflexionaba sobre el hecho de comprender, en primer lugar, que a pesar de tener un llamado sobrenatural, uno no deja de ser humano, en efecto, el sacerdote "es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres" (Hb 5,1), es decir, no perdemos nuestra humanidad, por lo que como todo ser humano, también tenemos nuestras tentaciones y, sobre todo, pasamos por nuestros desiertos: enfermedades, decepciones, partida de familiares, dificultades económicas, obstáculos de diversa índole, etc. Esto es algo que, cuando se comprende, lleva a valorar más esta vocación, ya que a pesar de la debilidad humana, se tiene la valentía de acudir a Dios para que nos fortalezca y confiar en que la entrega generosa en esta vocación es una fuente inagotable de bendición.
Es así como del Evangelio de este día, aprendí que hay dos actitudes ante la Palabra de Dios, una que la instrumentaliza, como lo hace el demonio, y otra que la acoge en su corazón, no como algo aislado, sino coma palabras que parte de Alguien que nos ama y cuida. Es así como ante la tentación de "dile a esta piedra que se convierta en pan" mi sacerdocio me ha enseñado que "no solo del pan vive el hombre", es decir, que ante todas las necesidades que en la vida podemos tener, la necesidad de Dios es la más apremiante, como me dijo una vez un grupo de jóvenes: "Necesitamos personas que nos sigan hablando de Dios."
Ante la tentación de "Te daré el poder y la gloria...", la vida sacerdotal me ha enseñado que el auténtico poder es el del servicio, ya que allí también se cumplen las Escrituras que dicen "Al señor, tu Dios adorarás y a Él solo darás culto". Esto es muy hermoso porque entonces el sacerdocio no se limita al uso común que refiere el diccionario de la Real Academia Española según el cual el sacerdote es solo la "persona que da misa", ya que aunque ella es la fuente principal de su vida espiritual, él también sirve al pueblo cuando atiende a los más desfavorecidos y marginados por la sociedad. Es así como entre tantas experiencias de este aniversario, recuerdo con tristeza, pero con cariño, la posibilidad que tuvimos da brindarle al abuelo José calidad de vida, en sus últimos años en esta tierra, puesto que las condiciones de abandono en las que le encontramos no eran dignas para ningún ser humano.
Finalmente, siguiendo la lectura del evangelio, ante la tentación de "Tírate de aquí abajo" he entendido que "no tentarás al Señor, tu Dios" es esencial para mi vida personal y sacerdotal, pues no se trata de seguir simplemente mis planes, sino de entrar en sintonía con los planes de Dios para mí, de tal manera que pueda alinearme a ellos y no querer poner a prueba a Dios con mis peticiones egoístas "Dame esto o aquello porque lo necesito o porque he dicho sí a tu llamado", he aprendido que Dios no comprende este lenguaje, sin embargo, cuando le dejamos de hablar en estos términos y le empiezo a hablar de un proyecto de vida más amplio, allí si las cosas cambian y puedo dar fe de que Él siempre escucha y atiende nuestras súplicas. En efecto, no es lo mismo simplemente orar y pedir, diciendo "Dame salud, dinero, y esto y aquello"que "Señor, te quiero glorificar mediante mi servicio, pero para realizar esto de manera más efectiva, necesito esto y aquello", pues, << No buscamos las cosas del Señor, sino al Señor de las cosas>>.