Juan vivía en las afueras del pueblo, en un ranchito de madera, con sus padres y sus 5 hermanos. La pobreza inundaba sus días; había días en que apenas comían, siempre quedaban todos con la sensación de hambre, nunca quedaban completamente satisfechos. Tan era así, que Juan anhelaba alguna vez comerse su plato favorito, pollo asado en leña, de ser posible el solito, sin tener que compartir con nadie. A veces él preguntaba a Dios: "¿Es mucho pedir?" lleno de Soberbia, y así transcurrían sus días, siempre con un hambre vieja que siempre lo acompañaba.
Así el tiempo fue pasando, hasta que, ya siendo un joven rebelde, se había cansado de trabajar y esperar un cambio en su vida, así que un buen día, amargado por su situación en una discusión con su familia, les gritó enfurecido: "Ojalá hubiera nacido en otra familia, ya estoy cansado de quedar con hambre por compartir lo poco que tengo con ustedes; la verdad es que no me importaría entregar mi alma al maligno con tal de tener lo que quiero y salir de esta miseria". La madre de Juan, al oír a su hijo, le dio un bofetón diciendo: "calla, Juan, que las palabras tienen poder y no nombres al maligno en esta casa, que esta casa es de Dios". Juan, al recibir el bofetón, miró a su madre con ira y salió de la humilde casa, batiendo la endeble puerta.
Ya era de noche y Juan no le importo salir en medio de la oscuridad, corriendo hacia el monte donde solo la luz de la luna le iluminaba el camino; las lágrimas le resbalaban por el rostro, nublándole la mirada, cuando de frente se topó con un hombre vestido de negro, con un sombrero que le cubría el rostro, quien fumaba un cigarrillo como en espera de alguien... Juan se detuvo en seco, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano, apenado por la apariencia que debía de tener ante aquel hombre que, como si nada, le observaba soltando el humo de su cigarrillo. Juan le dio las horas, como se acostumbraba por esas tierras, y aquel hombre le respondió: "Te esperaba, Juan, ya veo que necesitas ayuda y yo te la puedo ofrecer"...
Juan, desconcertado, se quedó viendo a aquel individuo, quien, con una leve sonrisa, lo miraba como quien disfruta su momento y continuo, diciéndole: "Sé lo que deseas y yo te lo puedo dar si tan solo aceptas... Por ahora solo tienes que responder ¡Si acepto!, y después te diré lo que quiero, no hay prisa". Juan, al oír todo esto, aparte de asustado, se quedó pensando en todo aquello. Le parecía tan irreal, pero al mismo tiempo, pensó que esta era su oportunidad de tener lo que quería, así es que sin darle más largas al asunto, pronunció las palabras que sellaban aquel pacto. "¡Si acepto!"
Inmediatamente, aquel hombre sacó de su camisa un extraño papel, donde estaba por escrito aquel acuerdo, y debajo de unas pequeñas letras estaba el lugar a firmar. Juan medio leyó aquello, más no leyó las letras pequeñas y, cuando iba a firmar, aquel hombre simplemente le pinchó un dedo con una de sus largas uñas y llevó ese dedo ensangrentando al papel y esa fue su firma. A Juan le pareció raro todo aquello, pero solo fue un destello de lucidez, porque al instante aquel hombre se desapareció ante sus ojos, dejándole en su lugar varias fajas de dinero de alta denominación; allí su miedo desapareció, dándole paso a la Avaricia.
Juan tomó aquello, lo primero que hizo fue comprarse aquel pollo e incluso otro más. Comió hasta que vomitó. La Gula le había ganado. Luego se compró una casa, carros, ropa y empezó a darse la gran vida, entre variadas mujeres, conociendo a la Lujuria, junto a copiosas comidas, olvidándose por completo de su familia. Se dedicó a vivir la vida a su, manera, olvidándose de aquel extraño hombre. Pasaron los años y ya Juan, con una gordura extrema, enfermo, completamente solo, lleno de desorden donde estaba, pues la Pereza era su compañera, y sintiendo envidia, al recordar aquel que fue, queriendo regresar el tiempo. Una tarde de verano se le apareció aquel hombre diciéndole, "vine por lo mío, Juan, ya es hora".
En ese instante, Juan sintió un fuerte dolor en el pecho, que le anunciaba que la vida se le acababa. En esos momentos recordó a su madre y las últimas palabras que le dijo: "... las palabras tienen poder" mientras tanto su alma dejaba aquel cuerpo que había vivido en sumergido en excesos, entonces vio a su alma presa por aquel hombre que ya no era un hombre, sino un horrible ser, que sonriendo diabólicamente le decía "qué fácil me la pusiste Juan, ja, ja, ja"
Esta es mi participación en la
Iniciativa: Pecados Capitales. Llegué a ella de la mano de mi amiga
@actioncats; siguiendo su ejemplo, invito a mis amigas
@actioncats y
@actioncats, ! Saludos!
Juan lived on the outskirts of town, in a small wooden ranch, with his parents and his 5 siblings. Poverty flooded their days; there were days when they barely ate, they were always hungry, never completely satisfied. So much so, that Juan longed sometime to eat his favorite dish, wood-roasted chicken, if possible by himself, without having to share with anyone. Sometimes he would ask God: “Is it too much to ask?” full of Soberbia, and so his days went by, always with an old hunger that always accompanied him.
So time went by, until, being a rebellious young man, he was tired of working and waiting for a change in his life, so one day, bitter about his situation in a discussion with his family, he shouted angrily: “I wish I had been born in another family, I'm tired of being hungry to share the little I have with you; the truth is that I would not mind giving my soul to the evil one just to have what I want and get out of this misery”. Juan's mother, hearing her son, slapped him saying: “Be quiet, Juan, words have power and do not name the evil one in this house, because this house belongs to God”. Juan, upon receiving the slap, looked at his mother with anger and left the humble house, beating the flimsy door.
It was already night and Juan did not mind going out in the dark, running towards the mountain where only the moonlight illuminated his way; tears were running down his face, clouding his eyes, when he ran into a man dressed in black, with a hat that covered his face, who was smoking a cigarette as if he was waiting for someone... Juan stopped in his tracks, wiping his tears with the back of his hand, embarrassed by the appearance he must have had in front of that man who, as if nothing, was watching him releasing the smoke from his cigarette. Juan gave him the hours, as was the custom in those lands, and the man answered: “I was waiting for you, Juan, I can see that you need help and I can offer it to you”...
Juan, disconcerted, stared at the man, who, with a slight smile, looked at him as one who enjoys his moment and continued, telling him: “I know what you want and I can give it to you if you only accept.... For now you only have to answer “Yes I accept”, and then I will tell you what I want, there is no hurry”. When Juan heard all this, apart from being frightened, he kept thinking about it all. It seemed so unreal to him, but at the same time, he thought that this was his chance to have what he wanted, so without giving the matter any more time, he pronounced the words that sealed that pact. “I accept!”
Immediately, that man took out of his shirt a strange piece of paper, where that agreement was written, and under some small letters was the place to sign. Juan half read that, but did not read the small letters and, when he was about to sign, the man simply pricked his finger with one of his long fingernails and took that bloody finger to the paper and that was his signature. It seemed strange to Juan, but it was only a flash of lucidity, because instantly the man disappeared before his eyes, leaving in his place several bundles of high denomination money; there his fear disappeared, giving way to the Avaricia.
Juan took that, the first thing he did was to buy that chicken and even another one. He ate until he vomited. Gluttony had won him over. Then he bought a house, cars, clothes and began to live the high life, among various women, meeting Lust, with copious meals, completely forgetting about his family. He dedicated himself to live life in his own way, forgetting about that strange man. The years went by and Juan was already extremely fat, sick, completely alone, full of disorder wherever he was, since lateness was his companion, and feeling envious, remembering the one who was, wanting to turn back time. One summer afternoon that man appeared to him saying, “I came for mine, Juan, it's time”.
At that moment, Juan felt a strong pain in his chest, which told him that his life was coming to an end. At that moment he remembered his mother and the last words she said to him: “... words have power” while his soul was leaving that body that had lived immersed in excesses, then he saw his soul imprisoned by that man who was no longer a man, but a horrible being, who smiling devilishly said “how easy you made it for me Juan, ha, ha, ha, ha”.
This is my participation in the
Initiative: Capital Sins. I got there thanks to my friend
@actioncats; following her example, I invite my friends
@actioncats and
@actioncats, Greetings!
