Hay cosas que uno dice sin pensar, y otras que, aunque se digan bajito, hacen ruido por muchos días.
Creo que fue un martes, ¡bueh! la verdad es que el día no importa, lo que importa es que dije algo que no tenía que decir, mejor dicho, literalmente lo escupí, como quien no se aguanta y lanza lo primero que se le viene a la mente, sin filtro, sin pausa y sin masticar.
Él me miró como si no entendiera, pero cómo iba a entender si ni yo mismo entendía por qué lo dije así, quizás sin intención pero igual de hiriente.
“Hermano, nadie te importa, solo piensas en ti”, eso fue lo que le dije o al menos creo que fue eso, aunque ya no estoy tan seguro porque la frase exacta se me borró, pero el efecto todavía existe.
No me contestó, no me gritó, solo se levantó y se fue, y yo me quedé con el pecho inflado, rebosante de orgullo, creyendo que había ganado algo, hasta que se desinfló con el peso de la culpa, esa que aprieta el pecho cuando te das cuenta que, a lo mejor, lo que dijiste no era lo adecuado ni lo correcto.
Pasaron los días y no hubo un mensaje, ni una llamada, ni siquiera un cruce de casualidad, y cada vez que pensaba en mi hermano, me venía esa sensación de tener algo mal digerido, como si las palabras se pudieran atragantar aunque ya las hubiese dicho.
Desde esa ocasión aprendí que debo masticar bien lo que digo, porque las palabras son como comida caliente, si te las tragas apurado te queman y si las escupes, lastiman.
Por eso ahora respiro, pienso y luego hablo, no porque me haya vuelto menos sincero, sino porque entendí que la sinceridad sin cuidado no es virtud, es arrogancia, y a la gente que uno quiere, hay que hablarle con el corazón.
Y con mi hermano, no te preocupes, al final me disculpé e hicimos las paces.
There are things you say without thinking, and others that, even if said quietly, make noise for days on end.
I think it was a Tuesday, well! The truth is, the day doesn't matter. What matters is that I said something I shouldn't have said. Or rather, I literally spat it out, like someone who can't hold back and throws out the first thing that comes to mind, without filtering, without pausing, or chewing.
He looked at me as if he didn't understand, but how could he understand if I didn't understand why I said it like that, perhaps unintentionally but just as hurtful.
"Bro, nobody cares about you, you only think about yourself," that's what I told him, or at least I think it was, although I'm not so sure now because the exact phrase has faded, but the effect still exists.
He didn't answer, he didn't yell at me, he just got up and left, and I was left with my chest puffed out, overflowing with pride, believing I had won something, until it deflated with the weight of guilt, the kind that tightens your chest when you realize that, perhaps, what you said wasn't appropriate or right.
Days passed and there wasn't a single message, a single call, not even a chance exchange, and every time I thought of my brother, I got that feeling of having something hard to digest, as if the words might choke me even though I'd already said them.
Since then, I've learned that I must chew what I say carefully, because words are like hot food. If you swallow them quickly, they burn, and if you spit them out, they hurt.
That's why now I breathe, think, and then speak, not because I've become less sincere, but because I understood that sincerity without care isn't a virtue, it's arrogance, and to the people you love, you have to speak from the heart.
And with my brother, don't worry, I apologized in the end, and we made up.
