Acaba de pasar el día de las madres y los sentimientos estaban a la flor de piel, algo que agradezco es tener a mi madre todavía viva, pero el que mentalmente no este, es también una emoción triste y nostálgica, porque empiezas a recordar todos esos días de las madres, todos esos momentos en el que ha estado presente y con una mirada de orgullo. Esta foto es de uno de esos tantos viajes que hacíamos, cuando la situación país lo medio permitía y, de los estados que más frecuentábamos era Mérida, era como el sitio turístico predilecto para nosotros, bueno aun lo sigue siendo, dígame la Colonia Tovar, tengo tantas ganas de volver a ir.

En fin, esos recuerdos de esos viajes son invaluables para mí, más allá del viaje como tal, era el compartir en familia y apreciar el tanto que mi mamá hacia y estaba al pendiente de nosotras, la encargada de las maletas, de que todo estuviera bien, realmente uno no lo ve hasta que a uno mismo le toca hacer sus cosas. Es un trabajo arduo estar al pendiente del hogar y admiro como mi mamá lo llevo de la mejor manera posible, quizás no perfecto, pero para mi si lo fue.

Ahora, aunque se puede ir de viaje, se me hace un nudo en la garganta que ella no este es sus capacidades para hacerlo, me hubiese gustado llevarla sin que estuviese pendiente de nada, que disfrutara el momento; solo me toca sacarla por aquí cerca y que goce el mejor tiempo posible. Como todo en esta vida, las cosas cambian, quizás al volver a ir a Mérida ya no este esa casita amarilla y debo aceptarlo, por ello, las fotos son la especial forma de parar el tiempo y recordar experiencias maravillosas; imágenes que me recuerdan la calidez de mi mamá en contraste al fresco y frio paisaje, tornado de un azul opaco.