Relato: Señales y rivalidades

2025-05-06T17:51:18

Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: Pexels

María y Teresa empezaron a notarlo hace unas semanas. Las primeras veces pensaron que podría tratarse del viento proveniente del patio, pues el cuadro del Cristo de La Misericordia estaba a un lado de la entrada, y muchas veces en la casa entraban vientos fuertes.

Sin embargo, conforme pasaban los días, notaban que el cuadro siempre estaba de lado en cualquier punto del día. María, la nieta de Teresa, pensó entonces que quizás se debía a los aporreones de la puerta, pero después desechó la idea. Ni con la fuerza de mil toros esa imagen quedaba de lado, pensó.

Entonces tanto la abuela como la nieta empezaron a reflexionar sobre la posibilidad de que quizás se trataran de energías negativas en casa, debido a los constantes pleitos entre la madre y la tía de María. Una rivalidad fraterna tan vieja como el tiempo, con personalidades tan opuestas que chocan entre sí.

María decidió consultar en el internet; encontró interpretaciones mayormente relacionadas con la rotura de las imágenes religiosas que con la posición misma. Algunas fuentes señalaban que la rotura simbolizaba la necesidad de hacer cambios espirituales o de presencias negativas. También encontró artículos que hablaba del desgaste de las cosas, de que cómo los cuadros se caían por el desgaste del material.

Teresa le narró entonces que a su tatarabuela le sucedía de vez en cuando que se rompía una imagen religiosa de algún santo en particular, interpretándose como una suerte de energías negativas presentes en casa.

Pero fue el instinto de María, ese que de vez en cuando le salvaba el día en innumerables ocasiones, el que la ayudó ese mismo momento a percibir las cosas desde una perspectiva más mundana tras una serie de reflexiones con Alejandro, su hermano. La postura del cuadro se podría interpretar como la señal de que era necesario un cambio radical en todos los niveles.

Podría interpretarlo como la señal de que ya debe terminar esa rivalidad lo antes posible, de la forma más sana, pacífica y práctica posible. De no terminarse, podría ocurrir una tragedia irreparable.

María sabía que lo último podría ocurrir dadas las tendencias de personalidad que había notado en ambas familiares durante la última década, sobre todo cuando se mudaron a aquella casa tras la muerte del abuelo. Las dos hermanas tenían caracteres explosivos, pero con la diferencia de que una padecía una enfermedad mental y la otra tenía una tendencia a la envidia intensa. Había presenciado en diversas ocasiones cómo una intentó eliminar a la otra mediante métodos que debieron ser reportados a la policía en su momento si no fuera por el temor de su abuela al qué dirán los vecinos y al nulo deseo de aparecer en redes sociales. La violencia verbal a la que recurrían ambas, en especial la pariente envidiosa, llegaba a grados certeramente condenables.

La joven se dejó caer en la silla de la mesa del comedor, observando con detenimiento la imagen del Cristo de La Misericordia, el cual nuevamente puso en línea recta. Un escalofrío recorrió su espalda al repasar aquellas situaciones.

En su corazón le rogó a Dios tiempo para encontrar otra casa, sabiduría para tratar de terminar con la rivalidad mediante la acción definitiva de la separación y la fortaleza para aguantar el futuro sombrío que viene, dado el estado en el que se encontraba el mundo en esos momentos.

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