Querida Mamá Coraje
Cada día tiene su propio encanto, por lo que, hoy, decidí escribirte esta carta para expresarte mi agradecimiento. Yo miro al pasado con alegría; ese sentimiento que nos inculcaste tú, mi Mamá Coraje, como yo siempre te llamo. Eres la persona más importante de nuestras vidas. Mi hermana, Clara, siempre más parlanchina, te dice Reina Alegría. Clara siempre fue expresiva; a mí me cuesta hablar. Lo mío es la escritura.
Todavía tengo en mi memoria el impacto del accidente donde murieron nuestros padres; nosotras milagrosamente quedamos vivas. Tú, todavía con el dolor a cuestas por la partida a la patria celestial de tus dos amores, tu esposo y tu bebé, asumiste nuestro destino como tuyo propio. Desde ese momento nos guiaste por el bosque de la vida.
Recuerdo que tío Enrique, hermano de papá, quería separarnos. Inmediatamente reaccionaste:
-Las niñas van a estar juntas. Son hermanas. Tú puedes seguir en tu cargo de embajador. Ellas pueden pasar vacaciones contigo, siempre unidas.
Tío Enrique intentó, con argucias, seguir con su plan. Mamá Coraje lo llevó a la corte y, milagrosamente, ganó el caso. Jamás lo olvidé. Eres mi ejemplo de vida. Todavía te dedicas en cuerpo y alma a nosotras. Ahora, que tengo un hijo, te entiendo más. Fuimos las hijas que la vida te quitó. Es hora de que descanses un poco de tu afán. Mil gracias por el amor y dedicación que nos sigues profesando a Clara y a mí.
También viene a mi memoria cuando me preguntaste:
-Alicia, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
Y, yo, te contesté:
-Escritora.
Yo admiro a Isabel Allende. Identifiqué muchos de mis sentimientos ocultos en su obra, El Viento Conoce Mi Nombre. Para ese entonces quería ir a Chile para conocerla en persona. Y tú al verme tan decidida dijiste:
-Ese será mi regalo cuando cumplas la mayoría de edad.
Yo quedé pasmada, solo atiné a decirte:
¿Y mi hermana? Ella es fanática de Isabel I de Castilla, conocida como Isabel la católica. Admira su coraje y decisión. Le gustaría ir a España para ver en detalle donde vivió y, las obras que ejecutó.
-Así se hará. Respondió Mamá Coraje.
Quedé muda. No pude articular palabra. En mi mente revoloteaban muchos pensamientos. ¿De dónde sacará el capital? Pero eso no fue problema para ti. Tenías un plan que ejecutaste a la perfección. El dinero lo aportó tío Enrique cuando fue embajador en ambos países. ¿Coincidencia? ¿Destino? No lo sé. Solo que, tío Enrique, cansado de su pesado equipaje de remordimiento, nos pidió perdón por los malos pensamientos del pasado y, así, su luz se encendió.
Pasaron los años, nos independizamos. Tú quisiste seguir viviendo sola. Clara y yo conversamos y, estamos de acuerdo, en lo que voy a decirte. Te pregunto:
-¿Quieres venir a vivir conmigo? Conservarás tu independencia, pero es hora que aceptes nuestros cuidados. Espero que tu respuesta sea positiva.
Te amo,
Alicia