Y mis dientes postizos, ¿Dónde están?

2023-05-10T15:32:30
La Señora Azucena es amante de dos cosas: una buena comida y una salida a divertirse. Donde sea, con tal de salir. Alegre, cariñosa, colaboradora y siempre dispuesta. Con una persona así, ¿a quien no le gustaría salir?
Así que cada vez que podemos planificar una aventura, ella es una de las primeras invitadas. Sin embargo, en nuestra ultima aventura, las cosas no salieron conforme al plan. Y, pues, se podría decir que Azucena estuvo a punto de quedarse sin disfrutar de una buena comida.
Todo comenzó la noche anterior. Ella llegó alegre a la casa y nos ayudó con los preparativos. Arreglar el equipaje y preparar los alimentos que llevaríamos en la aventura de un fin de semana. Nuestro destino: las playas del Parque Nacional Morrocoy, acamparíamos en la playa.
Todos estábamos muy alegres, reíamos y tomábamos sangría, mientras ella preparaba su especialidad: guisado de pollo, con muchas papitas y zanahoria. Se me hace agua la boca solo de recordarlo. El olor que impregnó la casa era indescriptible. Pero no, no podíamos probarlo hasta el día siguiente.
Salimos muy temprano, en la madrugada. Cinco horas más tarde estábamos en la playa, tomando un peñero. Vi de reojo a Azucena, quien tenía una amplia sonrisa en su boca. Su dentadura brillaba, así como sus pequeños ojos. Se me antojo la imagen de una niña a punto de recibir un juguete.
El capitán del peñero nos animo a visitar unas grutas y una pequeña playa rocosa muy íntima, solo para nosotros. Todos nos miramos como si de un secreto se tratara. La picardía y complicidad salieron a flote. No tuvimos ni siquiera que conversar, la decisión la habíamos tomado con las miradas.
La travesía no fue fácil. El mar parecía no querer esa visita inesperada. Las olas gigantescas golpeaban con fuerza el peñero que, por un momento pensé se iba a despedazar. Me sujetaba con fuerza de las barandas del peñero y Azucena me sostenía la otra mano con mas fuerza todavía. Creo que alguien llegó a rezar un padre nuestro y pedir perdón por sus pecados, pero no tuve la valentía de levantar la mirada para ver quien era el arrepentido.
Por fin, llegamos, sudorosos y mojados. Si, de agua, aunque con el susto, quizá alguno haya relajado los esfínteres, pero mejor no pienso en eso. La playa rocosa por supuesto, servía de barrera protectora contra las inclementes olas del mar. Entonces, vimos una pequeña playa paradisiaca con aguas totalmente calmadas: el paraíso.
Azucena que no se podía quedar quieta escaló una de las rocas, al tiempo que una gran ola golpeaba la roca por el otro lado. Ella del susto abrió la boca desmesuradamente y la ola aprovechando ese instante le arrebató su brillante dentadura postiza.
Como va a comer, pensamos todos, sin embargo, Azucena con esa buena actitud que la caracteriza hizo un chiste de una calamidad y se comió su guisado de pollo en puré.
Esta historia ha sido escrita para participar en Cuéntame una historia – 06 de mayo 2023, el contenido es totalmente original, de mi autoría.
Invito a @mllg y a @mllg a participar, se animan?
Fotos propias de mi álbum de fotografías.
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