Todos saben que enseñar no es tarea fácil, y menos cuando se trata de criptomonedas, Bitcoin y NFTs. Sin duda, estas tecnologías han sido criticadas y mal vistas a lo largo de su historia, incluso mucho más que cuando surgieron la internet y la telefonía móvil. A pesar de su alto grado de rechazo a escala mundial, muchas personas han insistido en su uso y adopción por parte de los habitantes, principalmente, con la intención de evitar sanciones internacionales mediante el uso de remesas y participar juntos en armonía en una era financiera más inclusiva.Hace poco realicé un viaje al pueblo de Trinidad (más acerca de ello en Lens) y aunque el motivo primario del mismo fue poder entrar en contacto con la naturaleza y desconectar de las redes de la tercera generación, mi mente, no podía dejar de pensar en ayudar y dar a conocer el uso de los activos digitales no sólo en el mundo sino también por qué son necesarios en la actualidad de nuestro país. Así que decidí adentrarme con mis amigos (quienes fueron mi gran fuente de motivación) hacia el monte y las zonas más aledañas de Trinidad para llevar a cada calle si fuese necesario este movimiento.Siendo una labor más personal, pero recibiendo mucha retroalimentación e ideas por parte de mis colegas, traté de inculcar una semilla en cada persona, vendedor y comerciante que me encontrara en la carretera. No fue hasta el tercer día de varios intentos sin resultados, que una empoderada mujer del pueblo de Iznaga, Manaca, se me acercó interesada en que le evaluara su trabajo de artesanía en alguna criptomoneda. Después de atravesar llanuras, montañas, ríos, senderos, granjas con lodo en los pies y toros a nuestras espaldas, finalmente me sentí muy realizado cuando aquella mujer, líder de comunidad, tuvo la iniciativa de ir más allá de lo que conoce y adentrarse a
