It all started when Jaime saw that Agustín was making a list of the men who would work that weekend's fishing trip:
"They say that Agustín and Alfonso caught blue fish while fishing for guaraguara" - said Peruchito as he put his beer bottle to his mouth.
"And did you get on the list?" - asked Jaime, observing how a group of boys stood around Agustín, who was apparently writing down names on that sheet of paper.
"Of course. Didn't you? They're going to pay by the hour and according to what you get". - said Peruchito, drinking all the liquid in the bottle.
"It seems arbitrary to me that Agustín assumes that position without deserving it, just because he and that stupid Alfonso were fishing and happened to find some blue fish, it doesn't say that there are more fish like that. It could just be luck. Besides, any abnormal fishing to the river can damage the ecosystem".
"That's why, Jaime. Agustin says we are going to do things right, so as not to damage anything. Who else but us, who are from here, to catch those fish. The kilo of blue fish is expensive and we are in season. We are going to catch a good catch" - Peruchito answered happily and Jaime opened his eyes in surprise or disapproval.
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Bluefish were river fish, white-fleshed, with a slight sweet taste, highly coveted in the market not only for their soft and delicious flesh, but also for their scarce trade. So when Augustine found a school of this species of fish, he was overjoyed.
"We're going to do things right. We are not going to go crazy. We all have needs here, but we can't harm the river and the other species in the river, just out of ambition or greed. We must act with intelligence, but also with moderation and companionship" - reflected Agustín at the end of a meeting they had in the town square and everyone applauded his words.
Jaime did not attend the meeting, nor did he sign up for fishing. With the justification that this type of excessive fishing could destroy the river, he completely disassociated himself from the task and began to proclaim his opinion everywhere:
"I know the international conventions and in any part of the world, this would be penalized. What is wrong is wrong, even if it is for the best".
Agustín himself, who in the end had always been a nice guy to everyone, tried to get Jaime to join in the fishing:
"We all have needs here, Jaime. Your house is falling down, Luis' car is stopped for lack of a part, Peruchito wants to buy some animals. And so on, everyone here. Besides, we have already discovered the secret of the blue fish: they only appear in calm water rivers and they are not fished with nets, but by hand. That's why the more hands, the better" - assured Agustin with a smile.
"Thank you for your invitation, but don't count on my hands," he said and turned his back.
Later, in town they learned that some government men were talking to Jaime in the plaza. There were three of them, uniformed and with eco-tourism cards. When they left, Peruchito approached his friend and asked him what they were talking about:
"I made a formal complaint to the competent authorities. Don't think I'm going to sit idly by while you guys destroy the river," laughed Jaime for the first time in weeks.
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The next morning, the whole town awoke to the noise of trucks and uniformed men arriving, lined up in government colors. People looked out the windows and doors and watched as the men lowered nets, machinery, cold storage, mechanical weights, climbers, into the river.
Agustin went to ask and was told that the government would take over the work of the blue fish fishery, that they didn't need them, and immediately put up a billboard that read: "Blue fish fishing. The government works for and by the people". Jaime, from his house, watched in disbelief. His starving face was white, surprised, frightened.
Without considering the people's claim, the uniformed men began to pull down the trees that were on the banks of the river to take the big trucks to that space, they also took out the stones to dig perfectly and threw, through mechanical procedures, big nets that covered everything to the river. Some blue fish were trapped, others swam away terrified. Standing at the window, Jaime felt the fangs of regret bite the back of his neck and his face seemed to crack like his old house.
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El secreto de los peces azules
Todo comenzó cuando Jaime vio que Agustín hacía una lista con los hombres que trabajarían en la pesca de ese fin de semana:
_Dicen que Agustín y Alfonso consiguieron peces azules mientras pescaban guaraguara - expresó Peruchito mientras se llevaba la botella de cerveza a la boca.
_¿Y tú te anotaste? - preguntó Jaime observando cómo un grupo de muchachos se ponía alrededor de Agustín, que por lo visto anotaba nombres en aquella hoja de papel.
_Por supuesto. ¿Tú no? Van a pagar por hora y de acuerdo a lo que saques. - aseguró Peruchito consumiendo todo el líquido de la botella.
_Me parece una arbitrariedad que Agustín asuma ese cargo sin merecerlo, solo porque él y el estúpido de Alfonso estuvieran pescando y encontrarán algunos peces azules, no dice que haya más peces como esos. Puede ser solo suerte. Además, sin mencionar que cualquier pesca anormal al río puede dañar el ecosistema.
_Por eso, amigo. Agustín dice que vamos a hacer las cosas bien, para no dañar nada. Quién más que nosotros, que somos de acá, para pescar esos peces. El kilo del pez azul está caro y estamos en temporada. Nos vamos a montar en una buena plata - respondió contento Peruchito y Jaime abrió los ojos en señal de sorpresa o desaprobación.
Los peces azules eran peces de río, de carne blanca, con un leve sabor dulce, muy codiciado en el mercado no sólo por su suave y deliciosa carne, sino también por su escaso comercio. Así que cuando Agustín encontró un cardumen de esta especie de peces, se alegró mucho.
_Vamos a hacer las cosas bien. No nos vamos a volver locos. Aquí todos tenemos necesidades, pero no podemos dañar el río y las otras especies del río, solo por ambición o avaricia. Debemos obrar con inteligencia, pero también con moderación y compañerismo - reflexionó Agustín al final de una reunión que tuvieron en la plaza del pueblo y todos aplaudieron sus palabras.
A esa reunión, Jaime no asistió, tampoco se anotó para la pesca. Con la justificación de que aquel tipo de pesca desmedida podía destruir el río, se desligó completamente de la faena y comenzó a pregonar su opinión por todas partes:
_Conozco los convenios internacionales y en cualquier parte del mundo, esto estaría penalizado. Yo no sirvo para alcahuetear a la gente: lo que está mal está mal, aunque sea para bien.
El mismo Agustín, que al final siempre había sido un tipo amable con todos, intentó que Jaime se uniera a la pesca:
_Aquí todos tenemos necesidades, Jaime. Tu casa se está cayendo, el carro de Luis está parado por falta de una pieza, Peruchito quiere comprar unos animales. Y así todos aquí. Además, ya descubrimos el secreto de los peces azules: sólo aparecen en ríos de aguas tranquilas y no se pescan con redes, sino manualmente. Por eso, mientras más manos, mejor - aseguró Agustín con una sonrisa.
_Gracias por tu invitación, pero no cuentes con mis mano - expresó y le dio la espalda.
Más tarde, en el pueblo, se enteraron de que algunos hombres del gobierno estaban hablando con Jaime, en la plaza. Eran tres, uniformados y con carnet de ecoturismo. Cuando se fueron, Peruchito se acercó a su amigo y le preguntó de qué hablaban:
_Hice una denuncia formal ante los organismos competentes. No crean ustedes que me voy a quedar de brazos cruzados mientras ustedes acaban con el río - rió Jaime por primera vez en semanas.
A la mañana siguiente, todo el pueblo despertó ante la bulla que hacían los camiones y los hombres uniformados que llegaban, en fila, con los colores del gobierno. La gente se asomó a las ventanas y a las puertas y veían como los hombres bajaban redes, maquinarias, cavas frigoríficas, pesos mecánicos, escaladoras, en el río.
Agustín fue a preguntar y le dijeron que el gobierno asumiría el trabajo de la pesca de peces azules, que no necesitaban de ellos, e inmediatamente pusieron una valla donde se podía leer: "Pesca de peces azules. El gobierno trabaja para y por el pueblo". Jaime, desde su casa, miraba con incredulidad todo. Su rostro famélico, estaba blanco, sorprendido, atemorizado.
Sin considerar el reclamo de la gente, los uniformados comenzaron a tirar los árboles que estaban en las orillas del río para llevar los grandes camiones hasta ese espacio, también sacaron las piedras para excavar perfectamente y tiraron, a través de procedimientos mecánicos, grandes redes que cubrieron todo al río. Algunos peces azules quedaron atrapados, otros salieron nadando despavoridos. Parado en la ventana, Jaime sentía los colmillos de arrepentimiento morderle la nuca y su rostro parecía resquebrajarse como su vieja casa.
