Hoy cumplo 34 años. ¡Treinta y cuatro! Y no sé en qué momento pasó tanto tiempo. A veces siento que fue ayer cuando tenía veinte y me imaginaba la vida muy distinta a como es ahora, pero aquí estoy, con más experiencia, más aprendizajes y, por suerte, con mucho amor a mi alrededor.

Anoche llegué al cuarto y me encontré con esta escena que me derritió el corazón. Mi mamá, completamente rendida del cansancio, dormía abrazando a Chiqui como si fuera una bebé. Y Chiqui... bueno, ella parecía haber encontrado el lugar más seguro del universo: entre los brazos de su nueva humana.

Hace un mes vivimos un momento muy triste en casa. Nuestra perrita Niña, una salchicha que fue parte de la familia durante años, nos dejó. Para mi mamá fue especialmente duro… Niña era su sombra, su compañera inseparable. El silencio que dejó en casa fue demasiado grande.

No tenía pensado tomarme una foto hoy. Solo fui al gym con mi conjunto blanco, el pelo como se pudo y cero ganas de posar. Pero me vi en el espejo y pensé: “Bueno… no estás nada mal para ser miércoles.”A mi alrededor, lo de siempre: Pesas, sudor, paredes con grafitis y gente dándolo todo. Yo solo hice una pausa, miré, respiré… clic. Una foto para recordarme que sigo aquí, firme, aunque a veces con sueño o cansancio. Porque ser constante también es una forma de quererse.

Estaba revisando las redes sociales como siempre, cuando encontré justo lo que llevaba tiempo buscando: ¡un servicio de spa para mascotas! Se llama SURA Spa y ofrecía todo lo que necesitaba para Mordelón, baño con shampoo antipulgas, corte de pelo, peinado y hasta un masaje de cortesía.

Hoy fue uno de esos días en los que el cuerpo pesa y el ánimo no acompaña del todo. El gimnasio estaba a tope, con ese calor sofocante que se cuela por cada rincón, y ni el ventilador dando vueltas parecía ayudar. Aun así, fui. No con la mejor energía, pero fui.